OPINIÓN | Juan Galego
Igual que ocurre para un celtista, para un racinguista quedar en la clasificación por delante del Deportivo es más que un deseo. Forma parte del ADN dentro de la histórica rivalidad entre equipos de la misma Comunidad Autónoma.
A lo mejor un técnico cordobés como Cristóbal Parralo no concibe ese deseo o necesidad de un aficionado de finalizar siempre por delante de su eterno rival. Si lo entiende, está claro que no lo llevó a la práctica este domingo en el estadio de A Malata en donde su equipo recibía al filial del Athletic Bilbao B.
Lo cierto es que el entrenador del Racing, con su equipo en clara disposición de disputarle la segunda plaza al Deportivo, no solo por la rivalidad, sino por la ventaja que supone ser segundo en el play off de ascenso, optó por las rotaciones ante el filial bilbaíno, dejando en el banquillo a varios de sus jugadores más importantes, incluido el portero.
El Racing comenzó perdiendo este encuentro, poniendo incluso en peligro la tercera plaza que le disputa precisamente al Celta B. El técnico tuvo que recurrir en el segundo tiempo a varios de esos futbolistas para salvar la situación y al menos conseguir un empate que sí le concede virtualmente la tercera plaza, salvo que pierda los dos partidos que le restan y el filial celeste le gane por una diferencia de seis goles en el enfrentamiento entre ambos de la semana que viene.
Y es que el Racing aún habiendo conseguido el empate con tiempo suficiente para ganar el choque, no se le vieron ganas en ningún momento de ir a por el partido.