Jorge Deza #FutbolFerrol
Enfilando el trecho final y decisivo de la liga en la 3ª División el Racing tendrá que remar mucho en O Barco, siguiente parada en su lucha por ser campeón. Visita a un equipo que durante la primera vuelta parecía ser un muy firme candidato a lo más alto, pero que en la segunda acusó los rigores de la competición (solo sumó dos triunfos, uno ellos ante el Compostela, en las últimas catorce jornadas). Al día de la fecha exprimen los valdeorreses sus opciones de entrar en la FA3 pugnando con cuadros como la UD Ourense, el Alondras o el Arosa.
El Racing, que de tanto estar en cuadro podría montar una pinacoteca, tiene mucho que pintar en el estadio de Calabagueiros. Los de Larraz aprientan dientes ante tanto infortunio en forma de lesión y afrontan lo restante de este campeonato con muchas ganas y enorme ilusión, lo cual es alentador. Aguardamos, por lo tanto, un partidazo de los esmeraldas en tierra de pizarras. Y, quién sabe, si no habrá un gol de Pablo Rey que iguale el récord de Pazolo. O dos que lo superen.
Dejando estas pinturas a un lado centrémonos de manera liviana en lo que fueron los choques entre ambos equipos a lo largo de la historia. Por supuesto, siempre se vieron en cuarta categoría y hay curiosidades de inicio. De seis visitas ferrolanas las dos únicas derrotas ocurrieron en una jornada novena, la de la liga 1984/85 y la de la liga 1990/91. Las dos únicas victorias de los jade sucedieron en la recta final de las ligas 1987/88 y 1991/92 (jornadas 38ª y 34ª para más señas), en las que, además, acabó ascendiendo el Racing a Segunda B. Si la curiosidad siguiese en vigor podríamos pensar con libertad que de ganar en Calabagueiros ascenderemos seguro. ¡Ojalá todo fuese así de fácil! Por último, los dos partidos que quedan se saldaron con empate sin goles. Y ambos se jugaron en un mes de diciembre.
La primera confrontación de Barco y Racing en feudo valdeorrés tuvo lugar el 28 de octubre de 1984. Un gol de Carlos fue suficiente para que los dos puntos quedasen a orillas del Sil. No tuvo suerte el equipo verde botella porque estrelló tres balones en los palos (uno de ellos en un penalty lanzado por Adolfo). Mejor el Barco de los Bienve, Santamarina, Paco Díaz y Alonso en el primer tiempo y mejor el Racing en el segundo. Un empate no hubiese sido injusto.
La segunda visita racinguista a O Barco se produjo el 15 de diciembre de 1985. Resultó un partido parecido al de la campaña anterior. Mucho desgaste de los locales, defensiva a ultranza de los de José López, penaltys reclamados por los de casa y puntería torcida de todos. Mandó el Barco pero las ocasiones más diáfanas las tuvo el Racing. En el primer tiempo por medio del joven Toni y en el segundo a cargo de Alberto Castro. Poco más.
El 28 de diciembre de 1986 de nuevo un cero a cero en Calabagueiros. Más igualdad y mejores ocasiones para los de casa en las botas de Lodeiro y Fanín. El empuje del Barco parecía decantar el partido en el segundo tiempo. Pero la inexperiencia del ataque local y la firmeza defensiva de los de Arteche sellaron tablas y porterías, las de Roca y Juan, inmaculadas.
El 22 de mayo de 1988, por fin, una victoria ferrolana, por 1-0. En la última jornada un tanto de Alberto sirvió para cerrar la temporada sumando dos puntos a domicilio. Calabagueiros registró una entrada notable, multiplicándose por siete, según crónicas de la época, el taquillaje habitual de la temporada. El Barco le hizo el pasillo a los jugadores de Gerardo Molina, que habían logrado de forma y manera matemática el retorno a la división de bronce en la jornada anterior, ante el Atlético Orense.

El Racing manejó el partido en plan campeón maniatando en el centro del campo la creación de un impreciso y nervioso cuadro local, con Botana adelantado ayudando a Fran Mella, Alberto y Buyo. Eso impidió al Barco hilar jugadas e inquietar siquiera a Yosu. Cayó un diluvio en el segundo tiempo, llegó el gol y Quico Rey y Javi Montero licuaron la defensa roja con acciones de abultado peligro. Resultado corto y merecido.
El 28 de octubre de 1990 se volvieron a ver las caras encarnados y esmeraldas. Y no fue en Calabagueiros sino en A Rúa, en el campo de O Aguillón, por estar aquel clausurado tras los incidentes habidos en el Barco-Lalín. Rodeado de imponentes montañas y junto al “lago” que no es tal, solo un ensanche del Sil entre la localidad ruesa y Petín que tomó forma al construirse un embalse cercano, el Racing de Alfredo Pascual sucumbió a ultimísima hora (minuto 89) merced a un gol en propia meta del veterano Botana. Se había adelantado el Barco al filo de la media hora por mediación de Javier y el racinguista Javi Montero, de penalty, empataba ocho minutos después. El partido fue muy igualado e intenso, y el mal estado de O Aguillón favoreció un fútbol de choque y brega. El Barco apostaba por los balones largos buscándole las cosquillas a la retaguardia ferrolana. El Racing mantenía el tipo defendiendo con orden. Con el gol local salió de la caverna y se topó con un penalty tonto, por manos de un jugador local en una acción sin peligro alguno. En el segundo tiempo tanta intensidad mutua no dio el fruto apetecido del gol hasta la fatalidad del último suspiro, que decantó los puntos para los rojos, vencedores por 2-1.
El 26 de abril de 1992 tuvo lugar el último Barco-Racing. En esa oportunidad registró un triunfo amplio de los verdes (0-3). A cuatro jornadas del final de la liga regular, los de Fernando Vázquez ya pensaban en la fase de ascenso, saldada, como es sabido, con rotundo éxito.
El Racing solo tuvo que tirar de practicidad y oportunismo. Sin brillanteces, sacó tajada de los despropósitos locales. El Barco, atribulado y desconcertado, dio demasiadas facilidades y no pocos agasajos al líder, y aquel Racing contundente, preciso, gozoso, imperial ni especulaba ni hacía el tonto con la pelota ni perdonaba. Los dos equipos querían montar un piso en el centro del campo y el acúmulo de efectivos congestionó el fútbol. Sin embargo el que tenía claro qué hacer y cómo pagar la hipoteca era el Racing. A la primera concesión barquense apareció Luis Alberto, uno de los killers verdes, y marcó el 0-1. Un trallazo del local Santamarina que lamió la escuadra indicó que el Barco no estaba muerto. Pero el Racing controlaba descaradamente la situación, enseñando los dientes con el “criminal” Luis Alberto y marcando el segundo con un cabezazo de Igoa. El vasco estaba muy atado por el ex verde Bericat, pero eso no le privó de marcar. Poquito después otro regalo defensivo local, a cargo de Pedro, lo aprovechó Luis Alberto para traducirlo en gol por la cara. Eso hundió moralmente y físicamente al Barco y dio confort a un Racing cuyos puntas fueron como un dolor de muelas aquella soleada tarde valdeorresa para la retaguardia local.