Jorge Deza #FutbolFerrol
A falta de un gol para serlo en solitario, Pablo Rey se coronó en O Barco como máximo anotador de la historia del Racing de Ferrol. Marcó a orillas del Sil para 98, y para ganar. Y cuando lo hizo buscó con fruición el escudo de su camiseta, mirándolo con rostro serio y emocionado y besándolo con cariño mientras corría en plena celebración. El capitán verde era consciente del momento. Su momento. Era sabedor de lo que había alcanzado aquel chaval que debutaba en 2001/02 en una convocatoria con el primer equipo, nada menos que en Segunda División. Y que durante todos sus años con la Verde ha ido deleitando a los hinchas con sus memorables lecciones de cómo se tira una falta o de cómo se da un pase preciso, intencionado y colocado a media o larga distancia.

Está con Pazolo en todo lo alto de los “artilleros” racinguistas. Y listo para marcar el 99, y los que vengan, y liderar entonces esa tabla llena de legendarios nombres de la historia verde. Él es el único de los principales que no es delantero. Y aún así, su talento, sus cualidades, le han proporcionado un matrimonio con el gol y le harán por siempre uno de esos jugadores que jamás serán olvidados por la afición ferrolana cuando ya no esté en activo. Pablo Rey, 12 temporadas, 361 partidos oficiales jugados, en ese instante sublime de un gol que no era un gol cualquiera, supo que ya está en la orla de los grandes de un club que dentro de 172 días cumplirá todo un siglo de pasiones.
Lo de Calabagueiros tuvo y tiene muchas lecturas. Una es muy clara. Recuperar lo que es nuestro, el liderato. Lo que queremos este año para salir escopetados hacia donde tenemos que estar como mínimo, que es la división de bronce. El Racing no nació ni está para moverse por la Cuarta. Su dimensión histórica, lo que representó y representa para varias generaciones de aficionados, su papel, su aporte y sus logros en el fútbol español, la ciudad a la que representa… así lo indican. No es ni será nunca camino fácil. Pero se conseguirá. Me gusta decir que lo mejor está siempre por venir. Y el momento actual no es una excepción.
Otra lectura fue, y es, demostrar que ante la adversidad, y el Racing navega más de la cuenta en ella esta temporada, nada es más poderoso que la voluntad. Se podrá discutir el fútbol de este equipo. Su manera de jugar. Sus errores o despistes colectivos o individuales. Sus virtudes o sus defectos. Lo que le falta y hasta lo que le sobra. Pero el cuadro de Emilio Larraz sabe que, por mucho que pinchen las espinas en un sendero muy cerrado de zarzas y cardos, el camino no se detiene jamás y hay que seguirlo. Y en ello continúan los esmeraldas, a seis jornadas del final, a siete puntos de la clasificación matemática para el play-off y dependiendo de sí mismos para ser campeones.

Captura TVG

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Lecturas sí pero también, como queda dicho, momentos. De lo de O Barco hay que quedarse con el pase de Pablo Rey a Joselu, y cómo el de Palmeira se cuela por la defensa para coger el balón y, casi sin ángulo, sorprender al portero. Pase de academia y finalización cum laude. Hay que quedarse con el presunto gol del Barco, que ni fue gol, ni en propia meta, ni nada (¡vaya tarde tuvo Diego Rivas con las pelotas a pie de línea!). Y con la reacción serena pero firme del segundo tiempo, con el tanto decisivo y decisorio del capitán. Y su epílogo conmovedor.
Llega el defensa pontés Fornos desde el segundo equipo del RCD La Coruña (ya descendido a la cuarta categoría) para el sitio de Catú. Que sigan llegando refuerzos en lo razonable y necesario. Y la caballería. Y que de aquí al final de la fase regular las gradas de A Malata se pueblen más. La afición, la ciudad, la gente, también tienen que pasar por su momento. Y el tiempo de los momentos ha llegado.